Algunas
veces, las cosas llegan a superarnos, los miedos llegan a vencernos, se
apoderan de nuestra voluntad, y sentimos que no podemos continuar.
Algunas
veces, sentimos que todo se nos viene encima, que no valió la pena lo que has logrado,
y que todo lo que has realizado, de nada ha servido.
Algunas
veces, preferimos dejar de luchar, y que nos arrastre la corriente hasta el
fondo del río, y ahogarnos en nuestras lágrimas y penas.
Algunas
veces, elegimos mantener el sufrimiento como parte de nuestras vidas, cortante
e hiriente, mártires de las situaciones, que te hacen perder la razón y tu
equilibrio.
Algunas
veces, permitimos que los pensamientos nos lastimen constantemente, como si se
reprodujera la misma película, una y otra vez.
Algunas
veces, es necesario caer, es necesario rendirse, es necesario llorar, gritar,
desahogar las tristezas, hasta que se agote el llanto y se extinga el dolor, o
simplemente, hasta que te des cuenta, de que ya fue suficiente, y que tienes
que avanzar.
Algunas
veces, eres tú y sólo tú, el impulso y motor que necesitas, para dejar atrás,
todo lo que te está dañando.
Algunas
veces, debes levantarte, sacudirte el polvo de las rodillas, limpiarte el
rostro, mostrar tu mejor sonrisa y,
continuar tu vida.
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